Xavier Estévez es profesor y escritor de LIJ en gallego. Su máxima pasión es leer. No puede concebir la vida sin la lectura, porque para él es de donde nace todo lo demás. Xavier es una persona con muchos sueños, uno de ellos fue escribir Sueños de Cajamarca, del que nos hablará posteriormente. Otro es escribir una obra maestra, aunque bien sabemos que algunos de sus libros, de alguna u otra forma, ya lo son. Hablar con Xavier es como hablar con un amigo o un familiar, hace que te sientas en casa, te hace pensar y cuestionarte, además, de ser un gran recomendador de libros. Sigue leyendo para saber más de él y de sus libros, ¡no te arrepentirás!
Por lo que he podido investigar, eres profesor y escritor de literatura infantil y juvenil en gallego. ¿Crees que hay una relación estrecha entre ambas profesiones? En caso de que así sea, ¿mantienes viva esa relación en las actividades de tu día a día?
Yo creo que hay relación entre la lectura, la escritura y todo lo demás. Creo que forma parte de un todo, que es la vida. Por lo menos, personalmente, no puedo concebir la vida sin lectura. Cuando uno es docente, tiene una responsabilidad enorme, puesto que tiene que recoger los conocimientos de las personas que estuvieron antes que nosotros y transmitírselos a las nuevas generaciones. Y esta responsabilidad exige que tú tengas esos conocimientos, pero, además, que los sepas transmitir, lo cual establece un puente entre la enseñanza y la escritura. Esa parte de oralidad que tiene la enseñanza es la misma que tiene la lectura. Por lo tanto, para mí está muy clara la relación. A veces hago una comparación con algo que dijo Gianni Rodari: “es como lanzar una piedra a un estanque: se generan ondas concéntricas que van creciendo y se van desplazando y van alterando todo lo que encuentran a su paso hasta llegar a la orilla”. Cuando tú educas, haces eso mismo. Lanzas lo que estás enseñando y tu esperanza es que llegue a algún lugar dentro de los niños a los que estás educando. Cuando yo escribo, la sensación que tengo es la misma, yo sé que lanzo la piedra al estanque, pero no sé qué va a suceder después, a quién llegará, cómo llegará, cómo se interpretará, etc. porque esto forma parte del lector, pero el proceso me parece muy semejante.
Tampoco puedo concebir la enseñanza sin la lectura. Sin ella, me parece complicado enseñar algo. Además, la escuela es uno de los lugares donde se puede aprender a leer y ya no hablo solo de la mecánica. Pensemos que el instinto de leer no existe. Nadie nace con ese instinto y debes adquirirlo o bien en la familia o bien en la escuela; no hay muchos más lugares. Tal y como está el mundo hoy en día que, quien más y quien menos está enganchado al móvil y a las pantallas, la labor de la escuela es intentar fomentar el amor por la lectura, porque si no se hace en la escuela, va a ser difícil que nazca en otro sitio. Llevo de profesor muchísimos años y es este principio el que he seguido siempre, es decir, si uno consigue que sus alumnos amen la lectura, ya ha dado un paso de gigantes para que avancen, para que puedan convertir sus sueños en realidad. Y esto para mí, es lo importante del trabajo de docente.
Qué bonito símil, la verdad. Totalmente de acuerdo, para mí hay una relación muy estrecha entre ambas profesiones. Cuando yo era pequeña en el colegio no se fomentaba mucho el amor por la lectura, mucho menos en el instituto. Recuerdo que en los libros de texto, al principio de un nuevo tema, había un relato y al lado una serie de preguntas relacionadas con la comprensión lectora. A pesar de que no estoy mucho de acuerdo con este tipo de ejercicios, la/el profe siempre pasaba el relato y las preguntas porque no servían para nada y si nos parábamos en eso, no tendríamos tiempo de ver las cosas importantes como gramática, sintaxis, etc. Ahora me encanta leer y seguramente haya sido gracias a mi madre que la veía inmersa en libros sin parar. Me gustaría haberme dado antes cuenta de que leer es imprescindible para formarme como persona. Lo eché siempre mucho en falta.
Ya, tienes que tener la suerte de que tengas a alguien cerca que sienta pasión por los libros y sepa transmitírtelo. Pero cada día es más difícil. Daniel Pennac, que es un autor francés y que también es profesor, dice en uno de sus libros que para enseñar a leer y a amar la lectura, tienes que intentar convertir el acto de leer en algo que no sea un ejercicio. Si tú haces una propuesta de lectura y luego le pones preguntas a las que tienen que responder, va a ser difícil que los niños se enganchen, porque en realidad lo van a ver como una prueba escrita. Entonces, tienen que enseñar a leer por el simple placer, sin que tú como docente esperes nada a cambio.
Tengo la triste sensación de que cada vez es más difícil encontrar docentes apasionados por la lectura. Ahora, a las escuelas llegan las editoriales a principio de curso, muestran las novedades y claro, los profes ya no se complican, escogen dos y los ponen como lecturas obligatorias. No lo hacen con convencimiento ni con pasión, lo hacen porque ha venido el comercial y les ha ofrecido ese libro. Si tú no amas lo que estás leyendo, no vas a transmitirlo. Un profesor necesita conocer mucha literatura y luego necesita transmitir esa pasión y, por lo que yo veo, cada día es más difícil, básicamente porque cada día la gente lee menos, docentes incluidos. Es la pescadilla que se muerde la cola. Aunque tal vez me equivoque. No lo sé…
Desde que soy pequeña escribo cosas por las que estoy agradecida, que me hacen tristes o felices. Para mí, la escritura es una forma de canalizar todo lo que tengo en la mente y ponerlo sobre la mesa. Es una terapia. ¿Qué es lo que te llevó a querer ser escritor? ¿Crees que es importante incentivar la escritura en el ámbito educativo?
Mis primeros recuerdos son de Bruselas, que es donde yo nací. Iba con mi hermano a una biblioteca que había al lado del colegio, no sabía leer todavía, pero me encantaban ver los dibujos de los cómics de Tintín y los de Astérix. Esta fue mi primera aproximación a los libros. Para mí, leer y escribir casi nacieron al mismo tiempo. El primer cuento que yo escribí es de cuando cursaba 4º de primaria. De repente, influenciado por el aburrimiento, sentí la necesidad de contar una historia, mi propia historia, algo mío. Me gustó tanto la experiencia que, a partir de ese momento, nunca he dejado de escribir.
Para mí vivir es escribir y leer. Soy mucho mejor lector que escritor, porque como escritor soy muy vago. Diría que a mí leer siempre me ha ayudado y escribir también. A veces ha funcionado como terapia, en momentos de tristeza o soledad, que necesitas hablar con alguien que no está y entonces hablas contigo mismo a través del relato o de la poesía. Para mí, esto es fundamental. Y eso me lleva a la pregunta de cuál será esa terapia en la actualidad… En esta sociedad en la que vivimos, veo que las pantallas han cogido un lugar estratégico en la vida de las personas, sobre todo de los niños y me parece bastante dramático, porque les están robando la atención; de hecho, hay un libro muy bueno de Bruno Patino La civilización de la memoria de pez, donde habla de esto, de la poca capacidad de atención. Toda esta tecnología que nos rodea nos está robando la atención, ya no somos capaces de atender al nivel que se atendía hace 20 años. Hay demasiados estímulos, el ruido de fondo es gigantesco y esto hace que para los niños o para los adultos, leer sea cada día más complicado. Deberíamos cambiarlo, es decir, la tecnología es una herramienta maravillosa que se puede utilizar para miles de cosas, pero estamos perdiendo algo que es esencial. En el día a día como docente se nota.
¿Cómo aprenden empatía los niños de hoy en día?, ¿Cómo aprenden a ponerse en el lugar del otro? No tienen otra forma que a través de la lectura. La literatura les enseña que existen otras vidas, otras formas de pensar, de vivir y a través de eso tú vas aprendiendo, pero si no hay lectura, se pierde mucho. Decía Simone Weill que “la atención es nuestra mejor virtud”; por tanto, para mí, la lectura es esencial porque cultiva una de las virtudes que todos deberíamos practicar, el mundo no puede funcionar sin ella.
Para mí, la lectura es un espacio para desconectar, para leer una historia que me haga disfrutar y desconectar de la rutina. Pero también es un espacio para aprender, para reflexionar, conocer otras historias y culturas, empatizar, manifestar, etc. En una de tus declaraciones en la Feria del Libro de Vigo dijiste que para ti la didáctica no funcionaba en la LIJ, que preferías escribir lo que te llama la atención, sobre aquello que desearías disfrutar como lector. ¿Qué quieres decir con que la didáctica no funciona en la LIJ? ¿Por qué? ¿Qué es para ti la lectura?
Si un libro infantil de literatura se escribe con un fin didáctico, es decir, con el fin de enseñar algo al lector, deja de ser un libro de literatura infantil y pasa a ser un libro de texto, porque es un libro que pretende enseñarte. Y yo creo que la función de la literatura no es esa, es decir, cuando Shakespeare escribe Macbeth no quiere enseñarte nada, tú sacarás tus conclusiones y vivencias, pero él no lo hace directamente, es, digamos, algo transversal. Un libro de literatura infantil no puede ser didáctico, tampoco su función puede ser simplemente entretener. Creo que puede tener otras funciones, pero entretener es la principal. Un libro de literatura que sea aburrido, francamente no va a funcionar. El entretenimiento es fundamental, pero escapando del didactismo. Y a partir de ese eje puede tener otras funciones: puede enseñar cómo es el mundo, mostrar diferentes realidades, enseñar cómo actuar en determinadas ocasiones, pero creo que el escritor no lo puede hacer de forma premeditada. El autor escribe una historia y debe ser el lector quien saque las lecciones, no el escritor el que se las ponga delante. Hay una frase de Kant que para mí resume todo esto perfectamente “no tengo propósito a propósito”. Cuando escribo, no tengo un propósito, no tengo el objetivo de escribir sobre para enseñar. ¿Qué de la narración se puede sacar provecho? por supuesto, siempre se puede aprender, pero no busco enseñar.
Además diría que la LIJ no puede ser moralizante, no puede sentenciar “esto es bueno” o “esto es malo”, porque no es la función de la literatura hacerlo. Las personas deben tomar sus propias decisiones, o en el caso de los niños la familia. No es función de la literatura. Es como jugar al fútbol. Unos niños que quieran jugar al fútbol necesitan seguir una serie de reglas. Entonces, si las siguen y juegan, en primer lugar, se lo pasarán muy bien, pero luego van a trabajar también virtudes como el compañerismo, la colaboración, etc. Si tú quieres enseñarles a jugar al fútbol centrándote en esas virtudes y te olvidas de la parte lúdica, dejarán de jugar al fútbol, porque para ellos ya no tendrá sentido. Hay que seguir unas reglas, las reglas del juego en este caso, y, a partir de ahí, todo lo que puedas aprender ya viene solo. En literatura pasa lo mismo.
Yo me baso en mi experiencia como niño que fue buen lector. A mí me gustaba leer un poco de todo: fantasía, ciencia ficción, novela romántica, pero yo no quería que me enseñaran, quería que me contaran una historia. La historia era lo importante.
Febrero es el mes dedicado a la historia negra en EEUU y Canadá pero este homenaje se ha añadido recientemente a España. Parece difícil creer que España es un país multirracial y que por ende está formado de múltiples culturas, entre ellas, la negra. He visto que has incluido en varios libros (A lenda do rei lobo y O corazón da maxia) personajes racializados. Como profesor y escritor ¿crees que es importante homenajear la cultura e historia de los colectivos más vulnerables que forman parte de España, como la negra, pero también la latinoamericana, gitana, árabe, etc., en las escuelas y normalizar estos personajes en la LIJ?
Es una pregunta muy complicada. A lo largo del s.XX se luchó por los derechos civiles: la lucha por la igualdad de las mujeres, la igualdad racial, por los derechos de los homosexuales, etc. Hacia finales de los años 60, principios de los 70, yo creo que se consiguió alcanzar un techo de los derechos civiles sumamente importante. No sé si se consiguieron todos los objetivos, pero una gran mayoría sí. Sin embargo, coincide con esta época la aparición del posmodernismo. El posmodernismo es una filosofía que ha pasado bastante desapercibida en ámbitos educativos. Autores como Lyotard, Foucault y Lacan bombardean todas las creencias anteriores a ellos y eso provoca una reacción social cuyos frutos se están notando ahora. Muchas aspectos de la sociedad actual tienen su origen en el posmodernismo. ¿Por qué te cuento esto? Porque se habían alcanzado muchos de los objetivos de los derechos y, de repente, a finales de los años 80, empieza un proceso de victimización. Yo me siento víctima y tú me tienes que dar la razón a mí, solo por el hecho de ser víctima. Para mí, esto es peligroso. De repente, el único punto de vista que cuenta es el de esa persona, la que se siente víctima. Si ves, por ejemplo, cómo funciona la universidad americana, te quedarás muy sorprendida, porque se ha convertido en un lugar autoritario. Si alguien va a dar una charla y esa charla por cualquier motivo no me gusta, intentaré por todos los medios impedirla. No hay lugar para el debate, para la confrontación de ideas, simplemente no te escucho, no quiero que hables. Dicho esto, el mes de la historia negra y otro tipo de homenajes me parecen una buena idea, pero debemos tener cuidado y saber si realmente estamos defendiendo unos derechos y no dando pasos en el sentido opuesto. Debe tener voz la razón y no el sentimentalismo.
Y respondiendo a tu pregunta sí, creo que la literatura debería normalizar esto. Pero yo, por ejemplo, no escribo pensando en eso. No estoy pensando “voy a meter a un personaje de color o a uno homosexual porque sí”. Dentro de mi, hay una historia y esa historia tiene unos personajes y los personajes tienen unas características. Pueden ser blancos, negros, con gafas, gordos, delgados, pelirrojos… son características del personaje, pero de nuevo no hay propósito. Creo que introducir distintos roles en la literatura hace que las personas se normalicen y eso es muy positivo. No deseo convertir la escritura en algo tan premeditado. Volveríamos al didactismo del que hablábamos antes. No lo busco a propósito, ni necesito pensarlo o premeditarlo, porque en mi vida me encuentro a todo tipo de personas: rubias, morenas, lesbianas, gays, heterosexuales, negras, orientales, etc. Somos todos personas al fin y al cabo y yo en mis historias hablo de personas, es así de simple. Tengo muchas historias en mi cabeza y esas historias suceden en algún lugar. El dónde influye en cómo van a ser los personajes. Me parece bien dar voz al multiculturalismo. Introducir personajes que sean diferentes a los que los niños, por ejemplo de Galicia, puedan conocer, me parece maravilloso, porque conocer otras realidades siempre te abre a distintas realidades, pero tampoco es necesario hacer un anuncio publicitario de Benetton porque no es creíble y creo que no funciona. Sí que me parece importante mostrar otras realidades, pero siempre y cuando se hilvanen con la historia que quieres contar. Reitero que para mí lo importante siempre es la historia.
Pero si tú pones en el colegio una semana de la historia negra, los niños lo van a ver como esa semana y ya está, como si les estuvieran poniendo ejercicios de matemáticas. No van a ser capaces de discernir. No van a entender que lo que trabajas esa semana se debe extender a todo el año. Va a ser “la semana de…” y ya está, y una vez que acabe la semana desconectan y vuelven a su realidad. Creo que se puede trabajar de otras formas. A los niños hay que enseñarles lo que es el mundo y me da la sensación de que cada vez son más los niños que viven en Disneylandia. Todo es happy: quiero esto, al momento lo tengo. ¿Cómo hacerles entender que el mundo no es así? A medida que vayan creciendo se van a dar de bruces con una realidad que no es esa, por lo que es importante prepararlos. Deben aprender que no todo el mundo tiene sus facilidades. Me gusta mucho trabajar en clase con ONGs, para que vengan a clase y nos cuenten qué hay por ahí… que nos hablen de los barrios marginales de Nairobi o de niños de Perú, niños que con siete años ya están trabajando para ayudar en la economía familiar. Son realidades extremas, pero tienen que saber que esto existe, porque sino creerán que el mundo es Disneylandia y me parece terrible.
Nos han enseñado que las emociones y problemas se dejan en casa y que fuera en la escuela o en el trabajo tienes que ser elegante, disciplinado, neutro, correcto, al fin y al cabo. Con tu libro O corazón da maxia muestras otra realidad, la realidad de una niña que tiene miedo, inquietudes y de la importancia de compartirlas, en este caso con una amiga. ¿Crees que se tratan en profundidad temas como enfermedad y la muerte en las escuelas? ¿Crees que se tiene, a grandes rasgos, una buena gestión de las emociones en la escuela? ¿Crees que sería necesario dedicar más horas y actividades específicas o sesiones de lectura para trabajar estos temas y desarrollar técnicas de gestión emocional y de grupo entre los alumnos?
No, no se tratan en profundidad para nada. Sí que cada vez tiene más cabida en las escuelas la educación emocional. La neuroeducación ya nos da pistas de su importancia. A nivel cerebral tú no puedes aprender si no hay emoción. Si no tienes una mezcla de interés y pasión será difícil que aprendas nada. Resulta evidente que la gestión de las emociones es importante para que tú aprendas. ¿Qué sucede? Que a veces, el cómo introducimos esas emociones a los niños en la escuela solo comprende la parte positiva de las emociones y nos cuesta enseñar la parte negativa. En la escuela, por ejemplo, nunca se habla de la muerte, nunca.
Para mí, lo fundamental es que el profesor o la profesora actúe como persona. Decía Sabater que si la educación es artesanal, entonces va a depender de la calidad del artesano. Y el artesano, en este caso, es el/la docente. Las emociones se están introduciendo de una forma que, a mí, particularmente, no me gusta mucho. Se trabajan por emocionarios o cariñogramas que lo único que parece es que estás coloreando los emoticonos del whatsapp. Puede ser un ejercicio maravilloso, pero las emociones no son eso. Son mucho más, es conseguir sentir empatía por otra persona, es saber que cuando tengas un dolor emocional o sufras puedes coger las herramientas que tienes para afrontarlo y superarlo. Y no llegaremos a ese punto si el profesor se convierte en un coach de las emociones, un profe que siempre está alegre y feliz, porque los niños aprenden por ejemplo. En nuestro cerebro las células espejo están para que aprendamos de lo que vemos. Si tú como alumno ves que el profe siempre está contento como unas castañuelas, inconscientemente sabrás que no es real. Los niños también tienen que ver que estás cansado, que estás triste y que si tienes un día de llorar que te vean llorar, porque no pasa nada, porque todos somos personas. Tienen que normalizar todo tipo de emociones. Y cuando estás contento, pues lo muestras, pero tienen que aprender que no todos los días son iguales, pero que estés como estés, sigues siendo la misma persona, tus prioridades siguen siendo las mismas. Si lo ven, lo aprenderán. La LIJ nos ayuda en este sentido, es decir, a través de otras realidades y de situaciones que ellos no han vivido. Otras realidades que, de otra forma, no van a aprender jamás. Yo de pequeño no era huérfano, no sabía cómo se sentiría un niño cuando se le morían sus padres, pero sí que podía leer libros donde eso sucedía y descubrir que a pesar de que puede ser lo más terrible que te suceda, puedes seguir hacia adelante y tener una vida plena.
Tal vez solo aprendamos si lo vemos o lo leemos. Y hoy en día, la escuela es el lugar. Debería ser la familia, pero la familia en la actualidad es muy complicada, porque la mayoría va a contrarreloj. Se levantan, cogen al niño, lo llevan al cole, lo recogen, lo llevan a actividades (demasiadas), cena y venga, nuevo día igual. No hay tiempo de hablar con los niños, de sentarse con ellos, de aburrirse con ellos, de jugar, de divertirse, etc. Lo que yo pienso que es la base y que en las últimas décadas hemos visto desvanecerse. Por ejemplo, echo mucho de menos que los niños estén solos. Cuando yo era pequeño y no había cole, salía de casa por la mañana, iba a jugar con mis amigos, volvía para comer, luego salía por la tarde y regresaba por la noche. Mis padres no me preguntaban dónde estaba o con quién estaba en cada momento. Los niños de aquel momento vivíamos solos. Teníamos nuestro grupo de amigos pero pasábamos mucho tiempo sin la supervisión de un adulto. Hoy en día, eso es imposible, porque o están con papá y mamá, o con el profe, o están con los monitores de extraescolares, pero nunca están solos, jamás. Y esto me parece terrible, porque es en el grupo de iguales donde aprendes a gestionar algunas emociones que no puedes ver en ningún otro sitio. ¿Dónde vas a aprender valores como la amistad y el compañerismo? Obviamente con tus amigos. Pero si nunca estás con tus amigos solo, será complicado. Ser niño hoy en día me parece muy difícil. Están viviendo una realidad muy perjudicial para ellos, muchos bienes materiales, pero poco tiempo que los enriquezca.
En tus libros Avións de papel y Camiños do vento, hablas de dos personajes que tienen dificultades para socializar. ¿Ves de manera habitual en la escuela niños y niñas con dificultades para socializar o con problemas de comunicación? ¿Crees que a través de la lectura los niños y niñas pueden sentirse identificados con los personajes y gestionar sus habilidades sociales y emociones de una manera más adecuada?
Cuando era pequeño era una persona muy tímida, incapaz de hablar. No obstante, a través de los libros pude tener contacto con otras personas. Los personajes de los libros eran mis amigos y yo pude aprender de ellos a través de la lectura. Si funcionó conmigo, puede funcionar con cualquiera. Personalmente, leyendo aprendí a socializar. El leer cómo actuaban otras personas me ayudó enormemente. Hoy en día sucede lo mismo que sucedió siempre, es decir, hay personas que son muy abiertas y personas que no, personas que les cuesta mucho hablar y personas que hablan por los codos y hay muchos niños que no saben relacionarse. Uno de los problemas es el que comentaba antes y es que nunca están solos. Siempre están papá y mamá para salvarles los muebles y para ayudarles en absolutamente todo. El niño está jugando en el parque infantil y mamá y papá lo están observando todo el tiempo. Así no aprenden a socializar. Solo pueden aprender a relacionarse con los demás a través de la práctica y, si eso falla, a través de la lectura. Decía un experto en educación en una charla a la que asistí, que lo más importante que tenían que aprender los niños en primaria era aprender a hacer fiestas de pijamas. Si aprenden eso, todo lo demás carece de importancia. Y es cierto, el saber relacionarse es fundamental. Da igual que seas un pequeño genio, que saques unas notazas, tengas altas capacidades si luego no sabes relacionarte con otros niños y niñas. Es una de las lecciones más importantes que debemos aprender. En parte, creo que es algo que se debería trabajar en la escuela y, desde luego, una función de la LIJ, aunque no de forma didáctica, sino a través de los relatos. En mis libros, muchas veces los personajes son tímidos, no tienen amigos y les cuesta relacionarse, pero no lo hago con el objetivo de “oye si te pasa esto, haz lo que hizo el personaje”, porque no quiero servir de ejemplo. Simplemente reflejo una realidad y en muchos casos, reflejo la realidad que viví yo.
A veces tenemos la imagen de que cuando eres adulto y has llegado a ese momento con el que soñabas desde pequeño, como tener un buen trabajo, eres un producto acabado y no hay nada más en lo que trabajar o aspirar y cuando llegas ahí, no obstante, en mi opinión, siempre quedarán cosas en las que mejorar, de las que aprender y en las que soñar. ¿Cuáles son aquellos aspectos en los que todavía tienes que trabajar relacionados con tus profesiones y contigo mismo? Por otra parte, ¿Cuáles son aquellos aspectos que dominas y de los que te sientes orgulloso? ¿Tienes nuevos proyectos y sueños en mente?
Yo no tengo un sueño, tengo miles de sueños. De hecho, muchos de los sueños que yo tenía de pequeño siguen estando ahí. Yo no veo la vida como una meta, me parece terrible, porque al día siguiente de conseguir tu meta, ¿Qué ocurre?, ¿Qué pasa con el resto de tu vida? Yo concibo la vida como un camino. Recorres tu senda y haces lo que puedes, lo mejor que sabes; a veces es complicado, otras veces menos y por ese camino vas teniendo sueños e intentas cumplirlos. Yo, desde muy pequeño, quería escribir, pero no creo que lo haya conseguido, yo siempre he aspirado a escribir una obra maestra, desearía escribir un libro que cambiara la vida de la gente. Pero ese libro aún no ha llegado. He escrito obras que han gustado, pero el libro que yo tengo en mente está todavía pendiente y espero, algún día poder escribirlo.
Tengo tantos sueños… Quiero viajar más, quiero reír más, quiero tocar en un grupo de rock, quiero saber más idiomas… siempre hay sueños, el día que dejes de soñar es que te estás muriendo. Hace un par de meses, salió a la venta Sueños de Cajamarca, que, para mí, es un sueño también. Hace años conocí a una ONG de Vigo Aulas Abiertas que trabaja para niños de Cajamarca, en Perú. Se nos ocurrió hacer un libro de cuentos en beneficio de esa ONG. Yo coordiné el libro y lo que hice fue llamar a otros escritores y pedirles un cuento. Descubres que la gente que tú creías que es buena es más que eso, es maravillosa. Muchos escritores y escritoras se apuntaron y pusieron su granito de arena. Cuando por fin ves el cuento publicado en papel y sabes que el dinero que salga de ahí estará destinado a unos niños en Cajamarca, te llena tanto, tanto, que te deja sin palabras. Y que no se muera ahí. Si ha funcionado deseo repetirlo. Por qué no otro proyecto que me llene tanto. Mi sueño es intentar ayudar a los demás y no creo que nunca termine.
Yo no sé si llegaré a escribir esa obra maestra que te comentaba antes, pero si conozco a alguien que escribe maravillosamente bien, sería un sueño que pudiese publicar y pondría todo mi esfuerzo para ayudarle, porque yo, como lector, amo las buenas historias. A veces veo niños y adolescentes que tienen ese talento de escribir maravillosamente bien, y siento la necesidad de hacer lo que pueda para potenciar y desarrollar ese talento, animarlos para que sigan escribiendo. ¿No es ayudar a los demás una de las mejores tareas que podemos emprender? Así que mis proyectos van por ahí. Uno de ellos es seguir creciendo como docente porque todavía cometo muchos errores, así que mi intención es seguir mejorando cada día. También me gustaría intentar ser mejor escritor, porque soy muy vago. Estoy en medio de un par de libros que espero terminar pronto y, por supuesto, me encantaría hacer algún proyecto como el de Aulas Abiertas. Muchos sueños. Muchas historias.
He visto que sueles trabajar con el ilustrador Marcos Viso. ¿Podrías explicarnos un poco cómo es el proceso de trabajo entre escritor e ilustrador?
Marcos ilustró dos libros míos, es un ilustrador alucinante. No obstante, sigo un proceso muy parecido con otros ilustradores. Para mí, el escritor tiene que tener muy claro que su misión es escribir, ese es su trabajo. No es su labor ilustrar. Si escribo un relato y se lo envío a la editorial y la editorial decide hacerlo, contratará a un ilustrador para que haga las ilustraciones. Por tanto, mi trabajo como escritor es dejarle hacer su tarea, no darle pautas. No puedo decirle al ilustrador lo que tiene que hacer, porque entonces estoy haciendo su trabajo. En Os Camiños do Vento el ilustrador fue Xosé Cobas. Xosé lo leyó y se imaginó que ilustraciones hacer a lo largo de la obra. Lo que haga estará perfecto, como escritor no tengo que nada que decir, no es mi función. Él tiene su mundo cuando ilustra y es lo que tiene que hacer. Es cierto que la mayor parte de ilustradores te van enviando las ilustraciones para que tú las veas y les transmitas tu opinión, pero yo valoro que el ilustrador sea independiente, que haga lo que él quiera, porque es su trabajo y es un profesional.
Hay muy buenos autores e ilustradores en Galicia, no tenemos la conciencia de la riqueza que tiene nuestra literatura. No somos nada conscientes. Dentro de unos años, miraremos atrás y nos sorprenderemos porque la calidad gallega actual es extraordinaria. Tenemos escritores que han sido Premio Nacional, Premios Lazarillo, escritores que están vendiendo en diferentes países, etc. y tenemos ilustradores que son auténticos genios como Marcos Viso, Xosé Cobas, Fernando Llorente, Santi Gutiérrez, Abi Castillo, etc. Hay un montón de creadores increíbles. Como escritor he tenido la suerte de poder colaborar con algunos, y siempre he tenido claro que es su trabajo y que, con respecto a las ilustraciones, yo me mantendría en silencio.
En esta misma línea, ¿podrías explicarnos también cómo es tu relación con las editoriales?
He trabajado con cuatro editoriales: Edelvives, Santillana, Xerais y Antela. Escribes una obra y se la envías a una editorial y entonces comienza un proceso que puede ser más o menos largo. Hay un editor o una editora que leen el libro y deciden si les gusta o no les gusta. De nuevo, comienza una espera que a veces es muy larga. He tenido libros que desde saber de su publicación hasta que salieron a la venta pasaron un par de años. Es un proceso muy lento. Sin embargo, la relación con las editoriales suele ser muy buena porque respetan mucho al autor. Pueden indicar algunas observaciones y sugerencias sobre una frase, un párrafo o un personaje, pero siempre desde el respeto a tu trabajo y siempre con la intención de mejorar el libro, que es algo que particularmente me gusta, porque eso ayuda a crecer como autor.
Mi libro Aqueles momentos que perdemos fue el libro cuyo parto editorial fue más largo. El libro que yo envié a la editorial y el libro que finalmente se publicó no son el mismo libro, porque durante dos años, la editora y yo fuimos trabajando en el libro. Fue una labor interesante. El trabajo de la editora mejoró muchísimo el resultado. Estoy muy contento del libro que salió a la venta. Fue un libro muy complicado de escribir, con un final que si yo lo hubiera leído de adolescente me hubiese llegado muy adentro. Quedó muy bien y, en gran medida, gracias a la editora. Fue capaz de guiar los cambios siempre desde el respeto al autor y siempre y cuando todo estuviera bien razonado y tuviese una unidad de conjunto. El proceso fue un aprendizaje tremendo para mí.
No siempre es así, algunas veces el libro que envías a la editorial es publicado simplemente con pequeños cambios.
Estoy segura de que hay muchos libros que te han marcado por algún motivo. ¿Cuáles nos recomendarías y por qué?
La literatura infantil que yo leía de pequeño en realidad no era literatura infantil, porque en aquella época, dejando a un lado Los Cinco, eran los clásicos de siempre: Julio Verne, Salgari, Stevenson… Sí que recuerdo que me marcó mucho La Historia Interminable de Michael Ende. Me parece un libro redondo, un libro en que no puedes cambiar una sola coma. En LIJ y sin salir de Galicia, recomiendo mucho a Agustín Fernández Paz, que tiene algunas obras que me parecen excelentes,. Agustín supuso un avance en lo que respecta a la LIJ en Galicia. Es importante reivindicarlo y que no acabe en el olvido, porque es un escritor extraordinario.
En lo que respecta a la literatura de adultos, hay mucha gente a la admiro y me gustaría parecerme. Como David Mitchell. Todo lo que escribe me gusta, tiene una forma de escribir las cosas que me descoloca, es increíble. Me gusta mucho Bill Bryson, pero este es un escritor más didáctico, no es literatura per se. Es tan divertido que me río muchísimo con él. También me gusta Martín Caparrós, un autor argentino que tiene el mejor libro que he leído sobre el cambio climático. Y, por último, me encanta la literatura japonesa que tiene una forma de narrar tan poética que a mí, me llena muchísimo. Kawamura, Kawakami, Murakami son autores que me gustan.
En general, intento leer de todo, me gustaría haber tenido de pequeño y adolescente un mentor que me fuera guiando, porque siempre he sido muy ecléctico leyendo, leía un poquito de todo. Me faltó una persona que me guiara a través de ese laberinto. Hay muchos libros que leí ya de adulto que sé con certeza que si me los hubieran recomendado en la adolescencia, me hubieran cambiado la vida. Por eso es fundamental que el profesor o la profesora sean amantes de la literatura, recomienden libros y lo hagan con pasión. Las puertas que pueden abrir, solo las pueden abrir ellos. Es nuestra forma de conseguir que los niños lleguen mucho más lejos.
(Entrevista realizada por Alba Cobo Gayoso, alumna de la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidade de Vigo)
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